Cada año, a finales de marzo y de octubre, estamos acostumbrados a adelantar o retrasar la hora en nuestros relojes. Según los organismos oficiales, esto supone un ahorro de entre el 1 y el 5% de energía, ya que aprovechamos más las horas de luz solar durante el verano. Pero, ¿cómo surgió esta idea?
El aprovechamiento de las horas de luz en verano no es nada nuevo. Los antiguos romanos ya adaptaban sus costumbres a las horas solares, y en su época Benjamín Franklin ya propuso que durante el verano la gente se despertase antes con ideas, medio en broma medio en serio, como restringir las velas y tocar las campanas por las mañanas.
Sin embargo, todas estas ideas estaban centradas en cambiar las costumbres de la población y no tanto la hora en sí. Y es que hasta el siglo 19, la hora oficial no fue realmente importante, e incluso cada ciudad o región dentro de un mismo país solía tener la suya propia. La invención de nuevos sistemas de comunicación como el telégrafo y el ferrocarril hizo que hubiera que crear el concepto de hora legal.
El cambio de hora moderno se basa en las propuestas de un hombre inglés llamado William Willett. Él era un constructor inglés aficionado a actividades al aire libre. Un día, paseando a caballo una mañana de verano, observó que la mayoría de las casas aún tenían las ventanas cerradas y se lamentó de que sus vecinos estuviesen perdiéndose la mejor parte del día. Además, también era aficionado al golf, y le fastidiaba tener que terminar de jugar al anochecer.
En julio de 1907, Willett decidió imprimir un panfleto llamado The waste of daylight (El desperdicio de la luz diurna), en el que proponía que cada domingo de abril se retrasase la hora 20 minutos, haciendo lo contrario durante cada domingo de septiembre. Así, durante el verano tendríamos un retraso de 80 minutos respecto a la hora de invierno.
Willett sabía que su idea solo podría llevarse a cabo si lograba convencer a los políticos. Por eso se alió con los diputados Robert Pearce y Winston Churchill, que le ayudaron a defenderlo en el Parlamento, aunque no había mucho interés en llevarla a cabo.
Fue el estallido de la Primera Guerra Mundial la que hizo que el ahorro de energía, principalmente carbón, pasara a ser un tema fundamental. En Alemania comenzó a aplicarse desde el comienzo de la contienda y en Gran Bretaña se hizo desde mayo de 1916, aunque a diferencia de la idea de Willett, se adelantó el reloj una hora de una sola vez.
Lamentablemente, Willett no llegó a ver su idea en aplicación: una gripe lo había matado en 1915. Hoy en día se le recuerda en una parcela de terreno comprada por suscripción pública en el mismo bosque donde cabalgaba cuando ideó el cambio de hora, en Petts Wood (Londres), y donde se instaló en su honor un reloj de sol adaptado al horario de verano.