No mucho antes de que estallara la pandemia, alguien me denunció a la policía. No estaba vendiendo drogas, ni robando un auto, ni haciendo ruido en medio de la noche. Ni siquiera estaba violando la ley. Mi único crimen fue pasear por un barrio de Estados Unidos, donde caminar no es usual.
“La gente aquí maneja para todos lados”, me dijo el policía. “Caminar hace sonar las alarmas”. Una broma, ¿verdad? Equivocado. En un mundo esclavizado por los autos, caminar a menudo se considera un comportamiento desviado.
No es de extrañar que la Organización Mundial de la Salud describiera caminar como “un arte olvidado”. Para empeorar las cosas, cuando caminamos, a menudo lo hacemos con una mezcla muy moderna de impaciencia, distracción y búsqueda de objetivos. Usamos aplicaciones para contar nuestros pasos. Maldecimos a cualquiera que se atreva a perder el tiempo en nuestro camino. Pasamos gran parte del tiempo mirando nuestros teléfonos inteligentes.
La verdad es que necesitamos caminar más, por nuestra salud y por el bien del planeta. Pero también necesitamos caminar mejor. Los franceses tienen una palabra maravillosa: flânerie. Es caminar sin ningún objetivo en mente, más allá de explorar, observar y saborear. Es lo opuesto a una caminata energética.
Caminar puede ser parte del camino hacia la iluminación. Thich Nhat Hanh, un maestro zen, dijo que un paseo consciente puede traer claridad espiritual y sanar tanto al caminante como al mundo. Y es aquí donde entra la prevención del burnout, la otra pandemia actual que nos ataca, a la que me referiré en el Primer Congreso Iberoamericano contra el Burnout, que se celebrará en República Dominicana el próximo verano.
Grandes pensadores, desde Aristóteles hasta Virginia Woolf, han alabado el poder creativo de un buen paseo. “Todos los pensamientos verdaderamente grandes”, dijo Nietzsche, “se conciben mientras se camina”. Nikola Tesla estuvo de acuerdo. El inventor del motor de inducción tuvo su momento eureka mientras deambulaba por Budapest. “La idea surgió como un relámpago”, recordó más tarde.
Un lado positivo de la pandemia es que caminar volvió a ponerse de moda durante el confinamiento. Con la vida normal en pausa, la gente de todo el mundo la adoptó como una forma de hacer ejercicio, relajarse o simplemente salir de casa.
* Carl Honoré es un escritor superventas canadiense, conferencista y voz mundial del Movimiento Slow. Su mensaje es simple, pero innovador: “Para prosperar en un mundo rápido, debes reducir la velocidad”. https://viahr.org/congreso/