Algunos tuvieron tanto impacto que incluso provocaron guerras. Quizás el caso más notorio fue el arancel sobre el té y otros bienes que llevó a los colonos en Estados Unidos a rebelarse contra la corona británica, lo que dio pie a la guerra de independencia en el país. En tiempos más recientes, las tasas sobre algunos productos dañinos, por ejemplo las bolsas de plástico, uno de los principales contaminantes del planeta, ha logrado reducir su uso. Pero la historia de los impuestos también está repleta de gravámenes que, por lo menos a primera vista, suenan hasta ridículos.
Los faraones del Antiguo Egipto usaban recaudadores de impuestos, llamados escribas, para recolectar dinero de sus súbditos. Los impuestos no eran directos, sino que tasaban ciertos productos. Ninguno estaba más arancelado que el aceite para cocinar. Los egipcios no solo tenían que pagar una tasa para poder usar aceite. Además, estaban obligados a comprar el aceite del faraón, ya que este tenía el monopolio sobre el producto. Pero el abuso no terminaba ahí: reutilizar el aceite estaba prohibido y el gobernante enviaba a sus funcionarios a revisar que la gente solo usara aceite fresco.
Cerca del 1500 al rey Enrique VIII de Inglaterra se le ocurrió otra cosa curiosa con la que podía lucrar: las barbas. Impuso un impuesto a todo hombre que usara barba, con una tasa que variaba según la condición social del usuario. “La idea era que fuera una señal de clase alta. (Indicaba que) tenías suficiente dinero como para pagar una tasa para usar tu barba”, explicó una experta en impuestos británica.
En 1696 los británicos hallaron otra manera de cobrar impuestos a los más ricos. Buscando evitar ser obvios, lo hicieron de una forma creativa: empezaron a arancelar las ventanas. Cuantas más ventanas tuviera una casa, más impuestos tenía que pagar su dueño. La lógica era que las personas más acaudaladas tenían las propiedades con el mayor número de ventanas. Lo cierto es que este impuesto llevó a que las personas construyeran casas con menos ventanas. Incluso hoy en algunas casas antiguas pueden hallarse espacios donde hubo ventanas que fueron sellados con ladrillos. Los problemas de salud que trajo la falta de ventilación hicieron que en 1851 el impuesto fuera anulado.
Aunque pueda sonar gracioso, las flatulencias de las vacas contienen metano, uno de los principales causantes del calentamiento global. Es por eso que algunos países de la Unión Europea cobran un impuesto por cada vaca. El país que más le cobra a los ganaderos por las flatulencias de sus vacas es Dinamarca, donde por cada animal se debe pagar US$110 en aranceles.
¡Eso sí que es una costosa factura de gas!