Una pareja de jubilados de la isla de Oléron en Francia asegura no poder vivir con el incesante ruido del gallo Maurice.
“Me reprochan que escuchan el canto del gallo temprano por la mañana, eso es todo”, dice la dueña del animal. La batalla del gallo Maurice ha llegado a tal punto que sus contendientes han ido a juicio y el resultado se conocerá en septiembre.
El caso se ha convertido en una lucha para miles de personas y más de 120.000 han firmado en favor de los derechos de Maurice. La propia alcaldía se ha puesto de su lado.
“Hoy es el gallo, mañana será la motocicleta, luego la ropa colgando que me quita las vistas. Esto tiene que parar”, dice el alcalde Christopher Sueur.
En otra localidad del suroeste, Gajac, su alcalde ha querido ir más allá y ha pedido al Gobierno francés que todos los ruidos del campo sean considerados “patrimonio cultural inmaterial nacional”. Maurice va camino de convertirse en todo un símbolo de la libertad: el gallo de Francia.