Cuando recientemente le pregunté a la exjefa del Departamento de Estado para América Latina y hasta hace poco embajadora del Presidente Trump en México, Roberta Jacobson, si existe una política del gobierno de Trump para América Latina, no me sorprendí demasiado cuando me respondió: “Yo no la veo”.
Jacobson, una exfuncionaria de carrera del Departamento de Estado que se desempeñó durante más de un año como embajadora de Trump en México y se retiró a mediados de 2018, destacó que “no hay una política coherente de Estados Unidos” para la región.
Me señaló que se trata de una oportunidad perdida para Washington, porque rara vez en la historia reciente han habido más presidentes amigos de los Estados Unidos en la región. Y, sin embargo, en lugar de aprovechar la oportunidad para lanzar un acuerdo de libre comercio regional, como hizo la Unión Europea con el bloque sudamericano Mercosur el mes pasado, Trump ha mostrado poco interés en iniciativas multilaterales.
Jacobson tiene razón, pero yo iría incluso más lejos. De hecho, más que desperdiciar una oportunidad de oro, Trump ha creado una agenda negativa para la región, centrada en la inmigración ilegal, los recortes en la ayuda externa y el retiro de los acuerdos de libre comercio, que ha causado animosidad contra Estados Unidos en América Latina.
No es casual que una encuesta regional de Latinobarómetro encontró que el porcentaje de latinoamericanos que creen que sus países tienen buenas relaciones con los Estados Unidos cayó 10 puntos porcentuales en los últimos dos años, del 69 por ciento en 2016 al 59 por ciento en 2018.
Desde el inicio de su campaña presidencial, cuando Trump dijo que la mayoría de los inmigrantes indocumentados mexicanos son criminales y violadores y se comprometió a construir un muro en la frontera sur, casi todo lo que ha dicho sobre la región muestra a los latinoamericanos como gente malvada.
Tan pronto como fue elegido, Trump se retiró del Acuerdo de Asociación Transpacífico o TPP, un gigantesco acuerdo comercial con países de la Cuenca del Pacífico de Asia y América Latina. Trump también denunció de inmediato el acuerdo del TLCAN con México y Canadá, y se retiró del Acuerdo Climático de París de 195 países.
Desde entonces, Trump ha renegociado el TLCAN a un acuerdo comercial no muy diferente que aún no ha sido ratificado por el Congreso y, recientemente, amenazó con imponer aranceles draconianos a México a menos que haga más para impedir que los migrantes centroamericanos lleguen a la frontera de Estados Unidos.
En lugar de ayudar a combatir las causas de la migración centroamericana, como las tasas de homicidios más altas del mundo y la pobreza masiva, Trump anunció recortes de $400 millones en ayuda de Estados Unidos a Guatemala, Honduras y El Salvador como un castigo por el aumento de la migración ilegal.
Aunque parte de esa ayuda fue restablecida por el Congreso, eso fue una estupidez absoluta, solo dirigida a complacer a los racistas dentro de la base de Trump. Muchos de los problemas de América Central son de carácter regional, incluido el consumo de drogas en Estados Unidos y el tráfico de armas estadounidenses que nutren a los carteles de la droga, y por lo tanto requieren soluciones regionales.
Estados Unidos debería abandonar su actual agenda negativa y hacer propuestas positivas. Para empezar, Trump debería dejar de demonizar a los inmigrantes indocumentados, que en su mayoría son personas trabajadoras que realizan labores que los estadounidenses no quieren hacer. Asimismo, Washington tendría que implementar un plan regional para reducir la violencia y la pobreza en América Central.
Pero hay varias otras cosas que Estados Unidos podría hacer. Por ejemplo, ¿por qué no ofrecer cursos de inglés en línea subvencionados por Estados Unidos en toda América Latina? ¿Y por qué no revivir la idea de un área de libre comercio regional, para no quedarse atrás de los crecientes programas comerciales de Europa y China en la región?
Tal como me dijo Jacobson, Trump ha desperdiciado una gran oportunidad en la región. Pero, peor aún, ha hecho un gran daño al crear una agenda negativa adoptando un discurso de odio. ¡Ya es hora de cambiar eso!