Es el último día de abril de 1598. La caravana de don Juan de Oñate, 83 carros, 7.000 cabezas de ganado y 200 familias de colonos, acaba de vadear el Río Grande, la frontera norte de la Nueva España. En lo que hoy es El Paso celebran una solemne misa de acción de gracias, seguida de un banquete y hasta una representación teatral. Y es que España acaba de cruzar esa frontera natural, penetrando en Nuevo México y tomando posesión del Suroeste de los actuales Estados Unidos.
Tiene motivos Oñate para estar contento. Han transcurrido dos largos años de sufrimientos desde que el Virrey Velasco le otorgó la licencia para colonizar donde fracasaron Coronado, Castaño, Leyva, Chamuscado y Espejo.
Felipe II estaba empeñado en ocupar Nuevo México, para llevar la fe y la cultura a las tribus dispersas y para adelantarse a otras naciones en el dominio de la región.
Oñate tenía dos inconvenientes: uno, el hecho de contar con el favor del Rey; y, peor aún, siendo el mayor propietario minero de Zacatecas, ser uno de los hombres más ricos de la Nueva España. Dos graves estigmas a ojos de los funcionarios virreinales. Era demasiado para los envidiosos burócratas que quien poseía ya la fortuna, pretendiera ahora la gloria. Desde el primer momento pusieron tales trabas a Oñate, que fue un milagro que España ocupara el Suroeste norteamericano.
Las plumillas vieron la ocasión de abortar la empresa cuando el Virrey fue sustituido por otro, Montesclaros, quien dejándose arrastrar por las maledicencias intentó apartar a Oñate del mando, con un nuevo candidato. Fueron meses terribles para Oñate, obligado a mantener a colonos, soldados y ganados en Chihuahua, drenando sus fondos día a día, mientras los burócratas le sometían a exhaustivas inspecciones hostiles, exigiendo el cumplimento estricto de los términos de la licencia.
Cuando tras dos años de auditorías y controles, y gracias al apoyo personal de Felipe II, logra poner en marcha su comitiva y trasponer el Río Grande, lo celebró a lo grande. Además, había seguido un itinerario nuevo para llegar allí, que luego sería el Camino Real de Tierra Adentro, por donde se inyectó la cultura española en los Estados Unidos durante los siguientes doscientos cincuenta años.
Hoy, los hispanos de Nuevo México conmemoran aquella fecha de 1598, cuando se celebró el primer día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, 23 años antes de que los pioneros ingleses celebraran su famoso “thanksgiving”.