POR ISMAEL CALA
@CALA
Existen muchos tipos de milagros. Por ejemplo, los producidos por la acción de la ciencia y la inteligencia humana. ¿Acaso no son milagros la llegada del hombre a la Luna, el descubrimiento de la penicilina o los trasplantes de órganos, entre otros hitos científicos?
Hace unos días, la británica Audrey Mash regresó a la vida después de ¡seis horas en paro cardíaco! Mash fue sorprendida en la montaña por una tormenta, sufrió una hipotermia severa y quedó inconsciente. Sin embargo, seis horas después, los doctores de un hospital de Barcelona (España) lograron reanimar su corazón. ¡Impresionante! En su caso convergieron una serie de factores ambientales y la aplicación de la más alta tecnología.
También hay milagros “inexplicables”, relacionados con la idea de “creer para ver”. Estos pueden basarse en filosofías de vida o en creencias religiosas, aunque no exclusivamente. Por ejemplo, el 17 de diciembre, los cubanos celebran masivamente la fiesta de San Lázaro, el llamado “viejo milagroso”, a quien se le atribuyen facultades en torno a la salud.
En mi opinión, “creer para ver” genera una realidad alineada con nuestro mundo interior. Nos hace conscientes de que el pensamiento puede construir realidades. Al forjar una nueva situación, acorde con lo que anhelamos y merecemos, aparecen los milagros.
Por último, los pequeños grandes milagros, esos que ocurren cada día y que dependen esencialmente de cada uno de nosotros. Nacen del amor, la empatía y la acción de compartir. No basta con pedirlos o imaginarlos, hay que trabajar para que se produzcan. El fin de año se presta para hablar sobre ellos. No nos sentamos a esperar milagros, mirando hacia arriba, como pichones desorientados, sino que hacemos que las cosas pasen.
Me siento muy agradecido, por ejemplo, por los milagros que la Fundación Ismael Cala acaba de celebrar en Guatemala, con la apreciada ayuda de la Fundación Tigo: la graduación de casi 500 estudiantes de escuelas públicas con el programa “El Vuelo de la Cometa”, vinculado al liderazgo positivo y a la inteligencia emocional.
He comprobado con mis propios ojos cómo creció el rendimiento académico de niños con bajos recursos, y cómo han experimentado una transformación hacia un liderazgo mindful positivo. Estos niños extirparon de su cerebro la apatía y la desesperanza aprendida y han podido crear un lienzo en blanco, para pintarlo con los colores de sus sueños.
Albert Einstein decía que “hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro”. ¿Qué piensas tú?