Por Andrés Oppenheimer
Un nuevo ranking mundial de innovación muestra que Estados Unidos está perdiendo terreno, Asia está avanzando, y América Latina se está cayendo del mapa. Es un escenario que debería estar causando alarma en todo el continente.
Ya sé, muchos de ustedes deben estar pensando que, en medio de la pandemia de COVID-19, una recesión mundial y un juicio político a Donald Trump por haber intentado subvertir la democracia de los Estados Unidos, este es un tema trivial. Pero no lo es.
La innovación es un factor clave para predecir el futuro económico de los países. Cada vez más, vivimos en una economía postindustrial basada en el conocimiento, en la que los nuevos inventos y la propiedad intelectual producen mucha más riqueza que el trabajo manual o las materias primas.
El Ranking Global de Innovación Bloomberg 2021, de 60 países, muestra que Estados Unidos cayó al puesto 11 este ano, desde el noveno lugar que tenía el año pasado. Corea del Sur ocupa el primer lugar, seguida de Singapur, Suiza, Alemania, Suecia, Dinamarca e Israel.
Un ranking similar, el Índice de Innovación Global 2020, publicado el año pasado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de las Naciones Unidas, coloca a Estados Unidos en el número 3 del mundo, detrás de Suiza y Suecia.
Pero Estados Unidos ha estado perdiendo terreno en los últimos años, en parte por las políticas anti inmigratorias del gobierno de Trump, que frenaron el ingreso de muchos estudiantes, científicos e ingenieros extranjeros al país.
“Mientras que Estados Unidos había sido el líder indiscutible en ciencia e ingeniería, ahora estamos jugando un papel menos dominante”, dijo Diane Souvaine, presidenta de la Junta Nacional de Ciencia de Estados Unidos, el año pasado.
El presidente Joe Biden ha prometido invertir $300 mil millones de dólares en un plan que llamo “Innovar en Estados Unidos”. El 11 de febrero, Biden anunció “un esfuerzo ambicioso de innovación” para combatir el calentamiento global.
Los países latinoamericanos están casi al final de los rankings de innovación de Bloomberg y de la OMPI. Brasil ocupo el lugar más alto en el índice Bloomberg: el lugar 46, el mismo lugar que ocupaba el año pasado. Argentina está en el puesto 51, seis puestos por debajo de donde estaba el año pasado, y Chile, en el puesto 54, cayendo tres lugares respecto del año pasado. México ni siquiera entro en la lista.
El mal desempeño de América Latina en innovación se debe en parte a que la región invierte relativamente poco en investigación y desarrollo.
Mientras que Israel gasta el 4,9 por ciento de su PIB en investigación y desarrollo, Corea del Sur el 4,8 por ciento, Estados Unidos el 2,8 por ciento y China el 2,2 por ciento, Brasil gasta el 1,2 por ciento, Argentina el 0,5 por ciento y México el 0,3 por ciento, según el Banco Mundial.
Muchos líderes latinoamericanos dicen que no hay dinero para invertir en innovación. Pero esa es la forma incorrecta de verlo. Corea del Sur era más pobre que la mayoría de los países latinoamericanos hace apenas 50 años, y se desarrolló precisamente porque invirtió en innovación, ciencia y educación de calidad.
Lo que es peor, algunos líderes latinoamericanos, como el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, desconfían de la tecnología, como si pudieran detener la marcha del progreso.
En noviembre, tras visitar una planta alimenticia, López Obrador dijo que estaba consternado de ver “todo automatizado, robots en todas partes”, y que se podrían crear “muchos más” trabajos construyendo caminos. Esa forma de pensar es una receta para el atraso, porque hace a los países cada vez menos competitivos.
El nuevo ranking de innovación debería recibir mucha más atención, porque una vez que la pandemia de COVID-19 esté controlada, la competencia global por exportaciones nuevas y más sofisticadas aumentará. Y los países que no innoven se quedaran cada vez más atrás.