Volver a ser como niños

Estos días de vacaciones y de retrospectiva, me han servido para mantenerme en liviandad conmigo y observar todo lo que me rodea. Entre esos detalles, me he percatado de unos niños que jugaban felizmente en la playa, ajenos al mundo, a la pandemia, a las preocupaciones. Solo disfrutando el momento.

Creo que los adultos seguimos siendo niños en nuestro interior, niños que reprimen ciertos comportamientos y hasta emociones, pero niños al fin.

Me gusta pensar que muchos líderes globales como Oprah Winfrey o Jeff Bezos forjaron su propio camino porque se veían a sí mismos de esa manera. No eran herederos de una gran fortuna o incluso, tienen complicadas historias familiares.

Cuando crees que no tienes nada que perder, pero mucho que ganar, estás viviendo la vida con la misma visión de un niño que solo ha ido a jugar a la playa con sus amigos. Igual pasa con las personas que tanto admiramos por su fortaleza y liderazgo, pero ¿qué los hace diferentes?

1.Se mantienen a la expectativa de aprender siempre más

Las personas que logran sus metas, así como los niños, mantienen una sed de aprender en todo momento. Son como esponjas que absorben todo lo que pueden, porque saben que necesitan de ello para avanzar en la vida.

Tener la disposición de aceptar que no tenemos las respuestas a todo, de que nos guíen, de preguntar sin temor, pero también de practicar el autodidactismo, o de lo contrario; no sobreviviremos a los embates de los cambios constantes.

2. ¡Actúan!

Cuando los pequeños aprenden algo nuevo, siempre quieren ponerlo en práctica una y otra vez. Igual pasa con las personas que son determinadas: en vez de detenerse a pensar, simplemente van a la acción poniendo en práctica lo que han aprendido, incluso aun cuando no lo han perfeccionado.

3. No temen al fracaso

Los niños y todo aquel que se motiva a ir por sus sueños, se levantan una y otra vez cuando se tropiezan. No se desaniman, porque saben que quedarse en el suelo no es una alternativa viable.

La invitación es a repensarnos desde esa iniciativa y valor que tienen los chicos para jugar y soñar. Si de adultos repetimos que los niños no suelen sentir miedo a arriesgarse, ¿entonces qué esperamos para inspirarnos en ellos?