Varios grupos de derechos humanos han criticado el posible levantamiento de la suspensión de Twitter del expresidente Donald Trump. Pero me pregunto si no sería bueno permitir que Trump vuelva a la plataforma, con algunas limitaciones, y dejar que haga el ridículo frente a todo el mundo. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ya ha dicho que si se materializa su plan de comprar Twitter, levantará la prohibición indefinida de esa plataforma a Trump. Musk ha dicho que “una suspensión temporal es apropiada, pero no una prohibición permanente”. Y puede que tenga razón. Quizás permitir que Trump regrese a la plataforma y solo suspenderlo temporalmente si pone en riesgo la vida de otros al incitar a la violencia o difunde noticias falsas peligrosas ayudaría a recordar a los estadounidenses cuán irresponsable es el exmandatario, y cuan peligroso sería si regresara a la presidencia. Twitter suspendió permanentemente a Trump después de la toma del Capitolio del 6 de enero de 2021 por parte de los partidarios de Trump, por violar las reglas de la plataforma contra la incitación a la violencia. Antes de su suspensión, Trump, había publicado más de 56,000 tuits a lo largo de los años, muchos de ellos veladamente racistas u ofensivos. Algunos de sus tuits eran ridículos, pero relativamente inofensivos, como su aseveración de 2012 de que China había “creado” el concepto de calentamiento global, o su tuit de 2013 que promovía falsamente la teoría de que el presidente Barack Obama no era estadounidense, a pesar de que Obama ya había mostrado su certificado de nacimiento. Pero otros tuits de Trump fueron mucho más peligrosos. Sus tuits de octubre de 2020 minimizando el COVID-19 y culpando a los medios por supuestamente exagerar la amenaza del virus, y tuits similares meses antes, hicieron que muchos estadounidenses no se vacunaran y probablemente causaron decenas de miles de muertes. Igual de peligrosos fueron los tuits de Trump después de las elecciones de 2020, cuando afirmó falsamente que había ganado, y no criticó la toma violenta del Congreso. Trump sigue difundiendo hasta el día de hoy la mentira de que habría ganado las elecciones, a pesar de que la Corte Suprema, más de 60 tribunales y su propio vicepresidente han certificado que perdió. Human Rights Watch, Amnistía Internacional, la Liga Antidifamación y otros grupos de derechos humanos están preocupados por la intención de Musk de permitir la libertad “absoluta” en internet. Dicen, con razón, que eso conduciría a más discursos de odio y mayor violencia. Michael Klainman, un experto de Amnistía Internacional, me dijo que las redes sociales deben “equilibrar” la protección de la libertad de expresión con la protección de los derechos humanos. Eso es muy cierto. Pero también es cierto que las redes sociales pueden proteger los derechos humanos a través de varios medios, incluidas suspensiones temporales, eliminando bots que amplifican el discurso de odio y cambiando algoritmos que actualmente amplifican mensajes peligrosos. Para mi sorpresa, Frances Haugen, la exingeniera de datos de Facebook que se hizo famosa el año pasado cuando filtró a la prensa miles de documentos internos de Facebook, no se ha unido al coro de críticos de Musk. “Creo que es prematuro emitir una opinión ahora”, me dijo. Haugen apoya el plan de Musk para eliminar los bots, o cuentas robóticas, de las redes sociales, porque estas cuentas falsas a menudo amplifican contenidos peligrosos. Según Haugen, las redes sociales también deberían transparentar sus algoritmos, y cambiar los que actualmente le dan mayor difusión a las noticias falsas para aumentar sus clics, y sus ganancias. “Actualmente, la gente que nos hace enojar obtiene la mayor distribución de sus mensajes, porque Twitter, como Facebook, divulgan más las ideas que nos polarizan, que son extremas”, me dijo Haugen. Eso les permite aumentar la audiencia, y los ingresos, agregó. Tal vez Musk tenga razón, y se le debería permitir a Trump regresar a Twitter bajo nuevas reglas. Si solo se lo bloquea temporalmente cuando incita a la violencia o pone vidas en peligro, quizás serviría para hacerle recordar a la gente cuán disparatadas son las cosas que suele decir todos los días.
Andrés Oppenheimer Columnas Portada