Los equinoccios (del latín aequinoctium, “noche igual”) son los momentos del año en los que el Sol está situado en el plano del ecuador celeste. Ese día y para un observador en el ecuador terrestre, el Sol alcanza el punto más alto en el cielo, que se encuentra justo sobre su cabeza, vale decir, a 90°.
Ocurre dos veces por año: entre el 19 y el 21 de marzo y entre el 21 y el 24 de septiembre de cada año.
Como su nombre indica, en las fechas en que se producen los equinoccios, el día tiene una duración aproximadamente igual a la de la noche en todo el planeta.
Los equinoccios se usan para fijar el inicio de la primavera y del otoño en cada hemisferio terrestre.8
Equivalentemente, es el momento en el que el eje de rotación de la Tierra es directamente perpendicular a la línea Sol-Tierra, no inclinándose ni hacia el Sol ni alejándose de él.
En el hemisferio norte, el equinoccio de marzo se denomina equinoccio de primavera o vernal, mientras que el equinoccio de septiembre se denomina equinoccio de otoño u otoñal. En el hemisferio sur ocurre lo contrario. A lo largo del año, los equinoccios se alternan con los solsticios, momentos de días o noches más largos. Los años bisiestos y otros factores hacen que las fechas de ambos acontecimientos varíen ligeramente.
Equinoccio de septiembre
El día 22-23 de septiembre (aproximadamente):
En el polo Norte, comienza una noche que tendrá seis meses de duración.
En el hemisferio norte, comienza el otoño, en el momento llamado equinoccio otoñal.
En el hemisferio sur, comienza la primavera, en el momento llamado equinoccio primaveral.
En el polo Sur, comienza un día que tendrá seis meses de duración.
Los equinoccios realmente son un momento particular en el calendario, un instante de tiempo que ocurre a una hora determinada, en vez de todo un día (aunque acostumbramos llamar equinoccio o día equinoccial a la jornada en que ocurre este instante).
Efectos en los satélites
Uno de los efectos de los periodos equinocciales es la interrupción temporal de los satélites de comunicaciones. Para todos los satélites de órbita geoestacionaria, hay unos días alrededor del equinoccio en los que el Sol pasa en directamente por detrás del satélite con respecto a la Tierra (es decir, dentro de la anchura del haz de la antena de la estación terrestre) durante un breve periodo cada día. La inmensa potencia del Sol y su amplio espectro de radiación sobrecargan de ruido los circuitos de recepción de la estación terrestre y, dependiendo del tamaño de la antena y otros factores, interrumpen o degradan temporalmente el circuito. La duración de esos efectos varía, pero puede oscilar entre unos minutos y una hora. (Para una banda de frecuencias dada, una antena más grande tiene una anchura de haz más estrecha y, por lo tanto, experimenta ventanas de “interrupción del Sol” de menor duración).
Los satélites en órbita geoestacionaria también experimentan dificultades para mantener la energía durante el equinoccio porque tienen que viajar a través de la sombra de la Tierra y dependen únicamente de la energía de las baterías. Normalmente, un satélite viaja al norte o al sur de la sombra de la Tierra porque el eje terrestre no es directamente perpendicular a una línea que va de la Tierra al Sol en otros momentos. Durante el equinoccio, dado que los satélites geoestacionarios están situados sobre el Ecuador, se encuentran a la sombra de la Tierra durante el periodo más largo de todo el año.