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Levantar los ojos

Ha llegado el momento de despertar y de tomar conciencia, de no permanecer ciegos y de abrazar los grandes deseos de nuestro interior, de saber mirar los diversos caminos y de aferrarse en aquellos horizontes que nos unen, de levantar los ojos hacia lo verdaderamente auténtico. Nuestra búsqueda ha de ser más poética que material, en un momento de tantos retrocesos en el mundo. No olvidemos que el futuro es nuestro, a poco que sepamos armonizarnos hacia ese mundializado bien colectivo, que todos nos merecemos por mera dignidad. Por tanto, hemos de frenar las oscuras desigualdades y alumbrar espacios menos poderosos. En su época, ya los Magos de Oriente tuvieron que pararse para poder discernir, reflexionar sin apenas tiempo, y así decidieron no pasar por el palacio tétrico de Herodes, sino marchar por otro camino más bondadoso, de mayor generosidad, sin tantos muros ni falsas apariencias. Tuvieron esa sagacidad, entre lo anímico y lo místico, para reconocer los peligros y evitarlos.

 

Indudablemente, hoy más que nunca hace falta fortalecer asociaciones de gobierno global, que aglutinen y propicien otras sendas más justas y cooperantes, máxime en este instante de graves conflictos y de violaciones continuas de derechos humanos, además de los riesgos que representan las armas nucleares y el cambio climático para la seguridad del planeta. En consecuencia, ante este panorama, tan convulso como desolador, hemos de repensar otras visiones. Tal vez siguiendo la estela de aquellos Magos de Oriente, tengamos que salir de nosotros mismos hacia otras búsquedas menos endiosadas. Ellos buscaban la luz verdadera y se pusieron en camino. Nosotros, acaso tengamos que reencontrarnos para poder hallar en nuestros análogos, ese abrazo de humildad que todos necesitamos. Por ello, es vital una cultura que extienda los brazos. No pensemos que hacer carrera es el punto más alto. Quizás tengamos que hacer parada y servir mejor. De ahí, lo esencial que es compartir; y aunque en los ojos de un niño arde la inocencia, en los de un joven la llama y en los del viejo, brilla la luz,  todo se complementa y se necesita, lo que nos insta a ser más espíritu que cuerpo.

 

Por otra parte, está visto que los avances no son tales en una sociedad mundializada como la presente. La realidad habla por sí  misma. De los aproximadamente 386.000 bebés que nacieron durante el primero de enero, un 90% lo hicieron en las regiones menos desarrolladas del mundo, según cálculos del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), y aunque muchos de ellos sobrevivirán, algunos fallecerán durante los primeros días. Pese al notable progreso en la cifra de supervivencia infantil durante las últimas dos décadas, el citado organismo de Naciones Unidas acaba de indicar que la cifra de bebés muertos durante el primer mes de vida asciende al 46% de los menores de cinco años. Ante esta situación, urge proporcionar soluciones de atención sanitaria asequibles y de calidad para todas las madres y recién nacidos, como puede ser el suministro continuo de agua potable y electricidad y la presencia de personal sanitario cualificado. También en los países que se dicen avanzados, se producen situaciones de marginalidad que son una verdadera deshonra para todos, hasta el punto de que muchos padres no tienen dinero ni para calentar la casa. Así, los datos del último informe del Observatorio de la Infancia en Andalucía (España), hablan de que un 35% de niños y adolescentes, son los que se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social.

 

Ojalá aprendamos a amarnos, y como aquellos Magos de Oriente, incansables y valientes para afrontar las dificultades, fijemos la mirada en tantas lágrimas que nos miran y no las vemos. Pongamos, pues, el corazón en la mano. Aprendamos a leernos, a ver las realidades sociales como propias, a implicarnos en ellas. Sólo hace falta un mínimo de ética para volver a dar esperanza. Muchos moradores la tienen perdida. Nos hace falta otra atmósfera más constructora de versos que esclava de podios. Retornen con urgencia los poetas a las plazas. Los necesitamos para recibir a los sueños. Háganse vida. Reintegren todos los lenguajes en la poesía. Solidaricen emociones. Que la paz no es fruto de los acaudalados, sino de los servidores. Al fin y al cabo, la mejor apuesta es la acción de todos en comunidad. Que converjan los latidos. Tengan los ojos bien abiertos. Que nadie se duerma, al menos para ver esa estrella que nos ha de llevar por el buen camino. Desplegar equipos móviles y facilitar la comunicación entre los individuos y las autoridades es la apuesta innovadora de la nueva misión de la ONU en Haití para fortalecer el sistema de justicia y de protección de los derechos humanos en el país caribeño. Algo puede ser todo.

Una sociedad al acecho

Hace algún tiempo decidí dejar atrás mi renuencia a ser un ciudadano más en un mundo virtual y darle una oportunidad a las redes sociales para ver por mí mismo lo que tenían que ofrecer. Mi travesía comenzó cuando quise mantenerme en contacto con colegas. Simplemente creé un perfil en LinkedIn y prácticamente copié toda la información de mi curriculum. Ocasionalmente acepté o mandé alguna invitación a viejos amigos(as) que estuvieron presentes en diferentes etapas de mi vida.

Para aquellos que me conocen, siempre he disfrutado escribir acerca del amor, desamor y de todo aquellos sentimientos y experiencias que habitan en nuestros corazones, almas y mentes. Sin embargo, la creciente popularidad de Donald Trump fue la chispa que detonó una serie de ensayos y cartas que buscaban crear conciencia de aquellas situaciones que pueden marcar el rumbo de un país o del mundo entero.

Me di a la tarea de publicar acerca de la elección presidencial, pobreza, educación, recuerdos de la infancia, desarrollo económico y otros temas. Mi intención era tener acceso a un medio que me permitiera intercambiar información y generar un debate de ideas que llevara a enriquecer mi acervo cultural. Me da pena admitir que por un breve periodo perdí el rumbo y fui presa de las redes sociales y de todo aquello de lo que quise escapar. Llegue a revisar mi perfil varias veces al día en busca de un “like” o de algún comentario que llenara el efímero vacío de aceptación que albergaba en mi ser. Es decir, escribía por las razones equivocadas.

Por si no esto no fuera suficiente, cree una cuenta en Twitter para publicar mis escritos con la idea de que mis ideas volarían a lugares lejanos. Asimismo, coqueteé con los laberintos de Facebook y creé una cuenta. Mi pasión con Facebook fue fugaz ya que después de 10 minutos de abrir mi cuenta, recordé todas las razones por las cuales me rehusaba a vivir en este mundo virtual.

Soy lo suficientemente ético para admitir que Facebook es un avance tecnológico sin precedentes, un modelo de negocios envidiable y una gran herramienta, pero me di cuenta que no es para mí ya que soy una persona que valora su privacidad.

Considero que es irónico el hecho de que somos una sociedad que ha perdido la confianza de vivir en un mundo terrenal, pero prefiere tener una “conexión” con extraños. Es increíble como la tecnología cambia el contexto de nuestras vidas y hace que se manifiesten, se acepten y se alienten patrones de conductas que en un mundo real se considerarían dignos de un problema conductual severo o un trastorno de la personalidad como el narcicismo. ¿Qué dirían los transeúntes si decidiéramos pasear por la calle mientras mostramos diversas fotos de todo lo que comemos, hacemos o decimos y les presumimos todos nuestros “logros y reconocimientos”?

El mundo de las redes sociales nos obliga a comportarnos como si estuviéramos tratando de “vendernos” ante una empresa en la cual queremos trabajar. Es obvio que este comportamiento es el adecuado cuando queremos demostrar que tenemos las aptitudes, experiencia o conocimiento que determinado puesto requiere, pero porque desgastarnos tratando de siempre vernos “más inteligentes, más guapos (as) y con más dinero del que realmente tenemos”.

¿Cómo nos sentiríamos si tuviéramos a miles o millones de personas acechándonos dentro de las paredes de nuestro hogar, trabajo o cada lugar en el cual estamos? Lo irónico es que al compartir tanta información y detalles personales en las redes sociales eliminamos todos los límites que generalmente queremos establecer en nuestro diario vivir. Es así como somos miembros de una sociedad que disfruta estar al acecho de cada paso que damos y señalar cada imperfección, error o equivocación. En mi opinión, lo peor de vivir en este mundo virtual es que es fácil destruir reputaciones y vidas enteras detrás de una pantalla y bajo el cobijo del anonimato.

Tener un gran número de “amigos o seguidores” puede ser una señal efímera de aceptación o popularidad, pero una vida social sana se compone de relaciones genuinas y sinceras que se construyen con el tiempo.

Saben que soy una persona que disfruta su soledad, pero eso no quiere decir que viva en aislamiento. Me gusta vivir mi vida con los demás, pero no la vida de los demás. Irónicamente, no hay peor aislamiento que estar conectado en la red.

Una de las razones por las cuales las redes sociales representan el último alarido de la moda es por que proporcionan un medio en el cual podemos tener ese reconocimiento que tanto anhelamos. Como seres humanos, es parte de nuestra naturaleza disfrutar del reconocimiento producto de algún logro y queremos compartirlo con el mundo entero. Pero el reconocimiento es como el dinero y el amor, entre más se le persigue, más se esconde.

Quizás llegará el día en el cual me tenga que tragar mis palabras y me veré obligado a ser parte de la revolución digital que han provocado las redes sociales. Posiblemente utilice estas herramientas para hacer mi trabajo más sencillo, pero definitivamente trataré de no quedarme enredado en las telarañas que dichas redes pueden crear.

El Zorro

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Llegó enero y ya se anotaron varios para la elección que será en marzo. Plis, forfa, NO le preste, venda, de, hipoteque o alquile sus documentos a nadie. Vaya solita o solito y cumpla con el asunto del voto. Que nos encanta reclamar pero a la hora de la hora nos quedamos en casa y reviven los fantasmas del pasado, ¿qué no?

Al que se lo ha visto bastante por estos rumbos es al Mister Apodaca. Como el cartero, haga frio, calor o llueva, el señor se ha dado varias vueltas para decir lo que haría si sale gobernador, aunque primero hay que ganar la candidatura y por el momento se está compitiendo solamente por ella. Entre los demócratas hay tres -incluída una dama del norte que ahorita está en el congreso federal y que no seda mucho la Vuelta por acá- mientras que los republicanos dejaron a Mister Pearce, que también está en el congreso, para que se las arregle a capa y espada con quien quiera disputarle la residencia de Santa Fe.

Tacha para el City Clerk de Hatch. Resulta que se le pidiron los datos para poder contactar a los candidatos y mandarles algunas preguntas sobre sus planes si ganan en marzo. Al revés que los otros que prestamente contestaron la solicitud, hubo que mandarle una “IPRA” formal, legal y bien planchada, pues se negó con un discurso sobre que se prestaría a malas interpretaciones. Calmado el alazán, que los medios solo queremos darle la oportunidad a candidatos y pueblo de conocerse entre ellos. A ver si para la siguiente edición ya los pudimos contactar para darles “chanza”.

Al que hay que reconocerle el trabajo es la clerk del Condado. Scott anda muy atareado registrando gente y explicando como se vota para que nadie se quede afuera. Y nada que decir que acá votan hasta los muertos. El padrón se mantiene limpiecito. Ya si hay quejas, será a nivel local, pues los del condado hacen un buen trabajo.

Dicen que en el cabildo de Sunland andan tan contentos con haber puesto a la señora Brown como nueva administradora que la representante Olga ya le estaba dando bendiciones y la “Grandma” Rentería anda con ganas de aventarse otra vuelta de su famosisimo menudo y pozole. Que nos avise para caerle como quien no sabía nada pero sintió el olor de lejos.

El Zorro se despide antes de que también Trump lo acuse de “fake news” o lo quiera mandar a alguno de esos países que le caen tan mal que ya les ha puesto nombre como de “baño” o algo así. Hasta la próxima mis “amigous”…

Edición Digital 70

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Edición Digital 67

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La tecnología maldita

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Algo más que palabras

Tenemos que resolver diferencias y reducir las tensiones. En muchos países es tan fuerte el contraste y la confusión, que se requieren líderes dispuestos a dar lo mejor de sí, por encauzar otra existencia menos combativa. Desde luego, no podemos avanzar sin hombres honestos, sin dirigentes rectos que sientan fuertemente en su interior la llamada al bien colectivo mundial. Está visto, que tan importante como el conocimiento, es el conocerse uno y el reconocerse en los demás; y, que  tan vital como cultivarse, es propagar una buena dosis de coherencia moral. Por tanto, ante tantas carencias afectivas, urge abolir esas tecnologías malditas que nos acorralan, como es la balística;  que, sin corazón alguno, todo lo destruye.

Tampoco podemos continuar oprimiéndonos el alma, mediante la exaltación de la tecnología. El sentido de todas las cosas hace tiempo que se ha deformado, adaptándose a estas técnicas malditas, que todo lo quieren programar a su servicio y antojo. Apenas tenemos tiempo para nosotros. Vivimos para las máquinas. Ellas nos controlan y hasta nos dominan. Lamentablemente, una gran parte de la sociedad actual se ha vuelto tan estúpida como terca, tan endiosada como imbécil, jactándose del término dominador. Por ello, a mi juicio, necesitamos otra visión menos mundana y más amorosa de lo que a diario nos acontece. Para empezar, cambiemos el mercado de vidas por otros estímulos más humanos, aunque no sean productivos.

Cada día son más las personas esclavas de la maldita ciencia tecnológica. Indudablemente, internet es un pórtico abierto a un mundo atractivo y fascinante, con una fuerte influencia formativa; pero no todo lo que está al otro lado de la puerta es saludable, sano y verdadero. De hecho, televisión, videojuegos, smartphone y ordenadores, resultan en ocasiones un impedimento real al diálogo entre los miembros del hogar, al alimentar relaciones fragmentadas y alienación. De este modo, se acaban viviendo relaciones virtuales que muchas veces nos disgregan, apoderándose incluso de nuestro tiempo libre para la familia. Bien es verdad, que también hay organizaciones que quieren aprovechar su potencial para generar compasión y empatía con causas importantes. Sea como fuere, todo necesita una dimensión ética que nos ponga en el buen camino, en la buena orientación.

No olvidemos que, apoyados por esta digitalización avasalladora en parte, se suele producir un abuso desenfrenado de los recursos naturales y una hegemonía insensible con la que cuesta entrar en razón. A los hechos me remito, mientras una buena parte del mundo lo acapara todo, otros no tienen más que pobreza. A lo mejor tenemos que pasar menos tiempo buceando por la renombrada inteligencia artificial y escucharnos más unos a otros con la mirada. Seguramente entonces nos volveríamos más cooperadores y, descubierto este horizonte cuando menos estético, nadie progresaría a expensas de otro. Al final, lo importante no son las tecnologías, ni los avances científicos, sino la propuesta de que todo esté al servicio de todos, también de los más necesitados y vulnerables. Por desgracia, este ciberespacio reinventado desde la globalización, en lugar de permitirnos el reencuentro, muchos lo utilizan para alimentar el odio y la venganza, o el comercio del sexo, explotando siempre la bomba de la perversión en los más débiles e indefensos. En consecuencia, la conducta delictiva lo es tanto en el contexto de una realidad física como en la virtual, y las autoridades tienen el deber y el derecho de hacer cumplir las leyes.

Personalmente, deseo que las tecnologías dejen de ubicarse en el territorio de lo maldito, y nos sirvan para propiciar sosiegos y vías de entendimiento entre todos. Ojalá sepamos armonizar estos valores tecnológicos que están ahí con los de nuestra propia conciencia. Sin duda, es esencial que toda persona, habite en el lugar que habite, se encuentre en el centro de todas esas políticas y programas. Pensemos que la tecnología no lo es todo, pero sí que puede contribuir a hacer un gran bien o un gran mal. Hay que superar tantas visiones materialistas, que la fuerza impulsora va a estar siempre en esa ternura por lo autentico, considerado en su totalidad de espíritu y cuerpo.

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor

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