El 30 de octubre, tras una reunión crucial en Busan, Corea del Sur, el presidente estadounidense Trump y el presidente chino Xi Jinping anunciaron una tregua de un año en su creciente guerra comercial. Durante este año, China accedió a reducir las restricciones impuestas a la venta de minerales de tierras raras a Estados Unidos, de las cuales produce aproximadamente el 70% de tierras raras extraídas y el 90% de las refinadas a nivel mundial. También acordó reanudar la compra de soja estadounidense. Finalmente, China accedió a levantar las sanciones impuestas a la construcción naval estadounidense, además de aumentar las tasas portuarias para los buques estadounidenses y las empresas que los requisan. China utilizó estas medidas para responder a las presiones de Estados Unidos en un contexto de creciente tensión en la guerra comercial.
Por su parte, Estados Unidos anunció que reduciría a la mitad los aranceles del 20% que Trump había impuesto a China para persuadirla de disminuir los envíos de fentanilo a Norteamérica. Esto reducirá los aranceles a las importaciones de productos chinos del 57% a aproximadamente el 47%. Trump también anunció que, durante las negociaciones, China había accedido en principio a intensificar las medidas contra los envíos de fentanilo. Ambas partes acordaron prorrogar por un año el acuerdo vigente para suspender la aplicación de aranceles recíprocos más elevados. El acuerdo actual expiraba el 10 de noviembre. Tras anunciar el acuerdo, la Administración Trump lo calificó de “victoria masiva”.
Resulta sumamente difícil interpretar la tregua de un año de esta manera. Por su parte, China obtuvo una reducción de aranceles a cambio de reanudar la venta de tierras raras a Estados Unidos y la compra de su soja, prácticas que ya venía realizando antes de que Trump intensificara la guerra comercial. Durante el próximo año, Estados Unidos tiene garantizada la compra de minerales de tierras raras y la posibilidad de que sus productores de soja vuelvan a vender sus cosechas a China, ambas cosas que hacía antes del último giro en la guerra comercial. En cuanto a la suspensión de los aranceles recíprocos por otro año, este acuerdo ya estaba vigente. Lo que ocurrió fue un retorno al statu quo, no una victoria contundente para ninguna de las partes.
Sin embargo, la tregua recién anunciada es positiva, y el tiempo permitirá que los ánimos se calmen y los egos se controlen. Si el próximo año se aprovecha con prudencia y productividad, se podrá forjar una relación comercial más sólida y menos punitiva entre los dos gigantes económicos. Es fundamental que Estados Unidos contemple posibles escenarios con China durante el próximo año para garantizar que contemos con una estrategia sólida, algo que evidentemente no existe en la actualidad. Al cabo de un año, si no se ha avanzado hacia una relación comercial justa que ambas partes puedan aceptar, sin duda volveremos al statu quo: una relación cotidiana en la que una parte lanza ataques mediante aranceles o restricciones y la otra responde de la misma manera. En otras palabras, el año no nos habrá reportado ningún beneficio y, al finalizar, la guerra comercial se intensificará nuevamente.
La Administración Trump debe dejar clara su postura sobre lo que busca en su relación comercial con China. Es evidente que no puede intimidar a este país sin sufrir las consecuencias. Los aranceles no han funcionado, y China responde con contundencia utilizando sus propias armas. Si hubieran funcionado, China se habría apresurado a la mesa de negociaciones para ofrecer concesiones. Ocurrió lo contrario: simplemente devolvió lo que había exigido en las últimas semanas. De hecho, al ver las imágenes de vídeo posteriores al anuncio, el presidente Xi parecía un hombre lleno de confianza, capaz de enfrentarse cara a cara con la mayor economía del mundo sin titubear. Por otro lado, Trump tiene que regresar a Estados Unidos y explicar al pueblo estadounidense lo sucedido en Busan. Además de la información que China devolvió a Estados Unidos, un gran triunfo para Trump fue su anuncio de que China accedió a intensificar la vigilancia de los envíos de fentanilo. ¿Cómo se llevará a cabo esto exactamente? Es más, ¿cómo se medirá este objetivo? ¿Acaso Xi se limitó a darle a Trump lo que quería oír, pero no tomará ninguna medida sustancial al respecto?
Desde la perspectiva de Trump, vale la pena intentar reformular la relación comercial entre Estados Unidos y China. En el pasado, China ha subsidiado sus industrias nacionales, lo que permite a sus empresas aplicar precios extremadamente bajos en los mercados extranjeros, eliminando así la competencia. Además, ha obligado, legal e ilegalmente, a las empresas estadounidenses a revelar sus secretos de propiedad intelectual si desean operar en China. Ha impuesto restricciones punitivas a los productos estadounidenses que quiere mantener fuera del país para evitar la competencia con las industrias locales.
Todos estos son temas que Estados Unidos debe abordar con China en una estrategia integral. Aranceles, restricciones, puntos de referencia y diplomacia son elementos que podrían incorporarse a una estrategia exitosa hacia China. La tregua de un año podría ser el mejor acuerdo que la Administración Trump ha alcanzado con China hasta la fecha, ya que le dará tiempo para implementarse. Si al cabo de un año Estados Unidos no cuenta con una estrategia comercial sólida con China, podemos esperar que la situación sea similar a la que hemos estado viviendo en 2025.