Si los demócratas quieren ganar el voto hispano en Florida -un estado clave- en las próximas elecciones, no será suficiente que digan que el presidente Trump está enjaulando a niños inmigrantes, que traicionó al país criticando a las agencias de inteligencia estadounidenses en presencia del presidente ruso Vladímir Putin, y que encabeza uno de los gobiernos más corruptos de la historia reciente de Estados Unidos.
Los candidatos demócratas tendrán que hacerse mucho más visibles denunciando los crímenes contra la humanidad que tienen lugar en Nicaragua y Venezuela, y la negativa de Trump a considerar peticiones de asilo de un gran número de nicaragüenses, venezolanos y cubanos.
EstOs son algunos de los puntos que me cruzaron por la mente al leer los comentarios del exvicepresidente Joe Biden esta semana durante una visita a Colombia, donde hizo un llamado a la comunidad internacional para aislar al régimen del dictador de facto Daniel Ortega.
Para su crédito, Biden, un posible candidato demócrata para las elecciones de 2020, dijo que Ortega tiene plena responsabilidad por más de 300 muertos por fuerzas paramilitares en las protestas antigubernamentales en Nicaragua. Biden también señaló que “todo el hemisferio tiene el deber” de ayudar a restaurar la democracia en Venezuela.
Pero, en general, la mayoría de los exiliados cubanos, venezolanos y nicaragüenses en Florida solo están escuchado los cantos de sirena de Trump y el senador republicano Marco Rubio prometiendo mano dura contra los regímenes de sus países de origen.
La noticia reciente atribuida a un alto funcionario de la administración de Trump diciendo que el presidente había consultado a sus asesores en 2017 sobre la posibilidad de invadir Venezuela -probablemente filtrada por la propia Casa Blanca- fue música para los oídos de muchos exiliados cubanos y venezolanos.
Muchos venezolanos han sido engañados por Trump a creer que Estados Unidos invadirá Venezuela en cualquier momento. Lo cierto es que su gobierno merece crédito por haber continuado y expandido las sanciones impuestas por el expresidente Obama contra altos funcionarios venezolanos, y por hacer lo mismo con altos funcionarios nicaragüenses.
Pero la realidad es que el discurso duro de Trump es, en gran medida, teatro político, por no decir demagogia barata. Trump no ha suspendido los vuelos comerciales a Cuba, ni los cruceros a la isla, ni -que sepamos- ha exigido a Putin en su reciente cumbre que deje de apoyar a Venezuela.
En cambio, el gobierno de Trump ha deportado a un número récord de cubanos y está reprimiendo a los solicitantes de asilo venezolanos y nicaragüenses. No obstante, los republicanos están ganando votantes hispanos en Florida.
Una encuesta reciente de Mason Dixon de los votantes hispanos del sur de la Florida, en su mayoría exiliados cubanos, muestra que el gobernador republicano Rick Scott, que se postula para un escaño en el Senado en las elecciones de noviembre, le lleva la delantera al senador demócrata Bill Nelson en tres puntos porcentuales, 42 por ciento y 39 por ciento, respectivamente, en intención de voto. La encuesta tiene un margen de error del 3.8 por ciento.
“Los demócratas tendrán que moverse hacia la derecha si quieren ganar en la Florida”, me dijo Eduardo Gamarra, profesor de la Universidad Internacional de Florida y encuestador.
Los demócratas señalan que las leyes más duras para imponer sanciones contra los funcionarios venezolanos han sido presentadas por legisladores demócratas como Bob Menéndez (Nueva Jersey), Ben Cardin (Maryland) y el representante Elliot Engel (Nueva York). Pero los micrófonos de Trump y Rubio son mucho más potentes que los de los demócratas, que no controlan el poder ejecutivo ni ninguna de las dos cámaras del Congreso.
Así como Nelson fue fotografiado recientemente frente a un centro de detención de Florida donde el gobierno de Trump ha mantenido recluidos a menores migrantes, Nelson debería ir a la frontera de Colombia con Venezuela o a la de Costa Rica con Nicaragua para denunciar la represión en ambos países.
Si los demócratas no le prestan más atención a los votantes cubanos, venezolanos y nicaragüenses de la Florida, corren el riesgo de perder las elecciones legislativas de noviembre en este estado, y pueden perder las elecciones nacionales del 2020.