Por Andres Oppenheimer
Publicado en 2020
Siempre he sido escéptico de que el presidente Donald Trump sea un aliado confiable de quienes luchan por el restablecimiento de la democracia en Venezuela y Cuba. Pero tras entrevistar al ex asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, estoy aún más convencido que antes de que Trump está engañando a muchos con sus discursos de línea dura contra las dictaduras de esos dos países.
En una entrevista a principios de esta semana con Bolton, cuyo libro “La habitación donde sucedió” está generando titulares de todo el mundo, le pregunté al ex asesor de Trump si el presidente está realmente comprometido a restaurar las libertades democráticas en Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Bolton, un republicano conservador que estuvo al lado de Trump en la Casa Blanca hasta finales del año pasado, me respondió que Trump solo está interesado en ganar votos cubanoamericanos y venezolano-americanos. Si Trump es reelegido y ya no necesita esos votos, puede que Trump cambie su discurso sobre Venezuela y Cuba de la noche a la mañana.
En la entrevista, Bolton me dijo que uno de los mayores problemas con la política de Trump sobre Venezuela ha sido su incapacidad para presionar a Rusia y China para que dejen de apoyar a la dictadura de Nicolas Maduro.
“No creo que entienda la amenaza a los intereses estadounidenses en América Latina por parte de actores externos como Rusia y China”, me dijo Bolton. “Se le ha explicado eso en particular en el contexto de Venezuela, y ha dicho que necesitamos sacar a los rusos y a los chinos, por ejemplo. Pero luego, no hace nada”.
Cuando le pregunté por qué, Bolton dijo: “Como en muchas otras áreas, porque no se guía por una filosofía o una estrategia. Son comentarios anecdóticos y episódicos que hace, a los que no da seguimiento de una manera persistente y consistente. Y lo que eso hace es dejarnos con políticas debilitadas e inadecuadas”.
Cuando le pregunté por qué Trump no ha creado una coalición internacional fuerte para lograr elecciones libres en Venezuela, Bolton dijo: “El mira la vida desde una perspectiva transaccional, como si se tratara de bienes raíces en Manhattan: ve cada transacción de forma aislada. Esa no es la forma de hacer política exterior”.
Añadió: “Una nación como Estados Unidos con intereses en todo el mundo tiene que tener principios claros. Tiene que comunicar eso, y tiene que construir redes de amigos y alianzas en todo el mundo… Eso es simplemente ajeno a la naturaleza de Donald Trump”.
No tengo muchas esperanzas de que muchos de los votantes cubanoamericanos y venezolano-americanos de Trump en Florida cambien de opinión después de leer el libro de Bolton o leer esta columna.
Están ansiosos por ver a sus países liberados de sus respectivas dictaduras, con justa razón. Y no perdonan a los demócratas por el viaje del ex presidente Barack Obama para encontrarse con Raúl Castro, que –como el viaje de Trump para verse con el dictador norcoreano Kim Jong Un– término siendo una victoria propagandística para Cuba.
Aun así, puede que algunos votantes republicanos moderados o indecisos se pregunten: “¿Es casual que tantos ex altos colaboradores de Trump lo describan como un presidente errático, narcisista y sorprendentemente ignorante? ¿Es una coincidencia que Bolton llame a Trump “un peligro para la república”, y el ex Secretario de Defensa de Trump, Gen. James Mattis, haya dicho que falta un “liderazgo maduro” en la Casa Blanca?
Puede que algunos votantes también concluyan que mientras Rusia y China continúen apoyando a la dictadura venezolana, y mientras Estados Unidos no forje una alianza fuerte con otras democracias mundiales para lograr elecciones libres en Venezuela, será difícil restaurar la democracia en ese país.
Pero Trump, por alguna misteriosa razón, no está dispuesto a presionar a Rusia, y parece incapaz de construir una coalición internacional para forzar elecciones libres en Venezuela. Lo que dice Trump sobre Venezuela y Cuba es más que nada teatro político para el consumo interno. Si hablara en serio, iría tras los principales sostenes de Maduro: Rusia y China.