Esta semana nos sorprendió la noticia de vientos de cambio que llegan desde mi Cuba natal.
Desde mediados de la década de los noventa no se presentaban manifestaciones con tal cantidad de participantes ni en tantas localidades diferentes de la isla de manera simultánea. Desde aquel icónico “maleconazo” hasta hoy, muchas cosas han cambiado.
Es por eso, independientemente del desenlace, me atrevo a asegurar que luego de esto, el país no será el mismo.
Pero, ¿qué hay de diferente entre el mundo de hace casi treinta años y la actualidad? El internet y las redes sociales (que de manera tímida se han ido abriendo paso entre la población) han hecho la diferencia para aglutinar y comunicar a los ciudadanos que comienzan a despertar y exigir sus derechos.
Es importante acotar que el mundo tampoco es el mismo de los tiempos de la Guerra Fría. Con el paso de los años hay cada vez más disposición para garantizar y velar por el respeto de los derechos humanos. O al menos eso es lo que predican en los discursos los organismos multilaterales.
Como ciudadano del mundo, celebro este despertar de consciencia y hago votos porque el desenlace sea el merecido para todos los millones de cubanos que desean vivir en libertad y prosperidad.
Incluso, algunos se atreven a comparar estas revueltas con la icónica, pero significativa, caída del muro de Berlín, pues una Cuba libre sería un aliciente para cambios en otros países como Nicaragua y Venezuela, inspirados en este tipo de regímenes totalitarios.
Por eso espero que sea el primero de varios relevos de liderazgo favorables para esos otros países de la región que tanto han puesto sus esperanzas en un profundo cambio de sistema.
Solo pido que el tan ansiado cambio de liderazgo no incluya la violencia como se está viendo por parte de las fuerzas policiales. Ya bastante destrucción y pobreza ha dejado el gobierno en estos sesenta años.
Aunque ya se ha visto la reacción del régimen al mando en Cuba, bloqueando el internet, con detenciones y represión, lo importante es que ya ha sido sembrada una semilla de libertad que tarde o temprano, dará sus frutos.
Sin ser profeta del desastre, pero tampoco pecar de ingenuo, solo entrego los acontecimientos de mi país al Universo para que el resultado esté acorde al bien mayor, en paz, con entereza y, sobre todo, con la fe puesta en un futuro prometedor para la tierra que me dio la vida.